sábado, 24 de marzo de 2007

6. - La Meditación como técnica.

No puedes meditar en medio de la tempestad. Necesitas un espacio mínimo, un tiempo mínimo para el encuentro.
La meditación es encuentro.
Puedo leer, puedo pensar, puedo creer que medito; sólo leo y pienso.
Cuando meditas hay algo de sutil, una armonía distinta te impregna el alma.
Surge. Eres el otro en la meditación, el verdadero, el distinto. Cuando meditas hay olvido.
Te sientas, cruzas los pies, te relajas. Observas la tensión de tu cuerpo, la inestabilidad de la mente que crea sucesivos pensamientos.
Observas la respiración. Te concentras en ella, permaneces consciente de la respiración. Fluye.
Exhalas, inspiras. Es la vida que brota, que surge, que recrea.
La mente está ahí siempre presente. Los pensamientos vuelan.
Aquí y allá te encuentras con miles de imágenes. Olvidas la respiración. Retomas el ritmo natural, inspiras, exhalas.
Aquí estás, tratando de buscar un encuentro.
Solo no puedes, necesitas de Su gracia.
Y el Señor te habla más abajo, en el corazón, necesitas bajar, ir hacia el corazón.
Solo no puedo, Señor ayúdame que lo estoy intentando.
Inspiras y exhalas; inspiras -Él-, exalas -yo-, Tú y yo, Señor. Tú en mí.
La mente gira, a veces tiene colores, otras transcurre tan rápidamente que te encontrarás a mucha distancia de donde estás.
Señor ayúdame que lo estoy intentando.
Estás solo. Debes desnudarte de todos los pensamientos.
Necesitas fijar la mente. La mente es un obstáculo.
Debes elegir fijar tus pensamientos en el entrecejo. Imaginar la luz de una llama. Fijar tu mente, fijar tu capacidad de contemplar.
Inspiras y exhalas, fijas la mente. Ahora está mejor. Algo sucede. Con esfuerzo la mente se aquieta. Pero sólo por instantes. Debes estar atento, sin perder el objetivo. La mente salta como el mono entre los árboles. La mente salta de aquí hacia quién sabe dónde.
Necesitamos de Ti, Señor porque lo estamos intentando.
Ahora intenta trasladar esa pequeña luz. Que inunde tu cuerpo. Que te transforme en toda luz.
Rescata para tu corazón el milagro de la luz.
Eres luz.
El cielo comienza a intuirse y la mañana tiene una extraña serenidad que nos aquieta. Somos luz. Somos cielo. Somos serenidad.
Ahora estamos en la realidad de la vida. La luz nos aquieta, somos eternidad. Descubrimos la paz.
Meditamos porque tenemos la necesidad de descubrir. Descubrirnos.
Descubrirte, Señor, en la luz de nuestro interior. Aquí te amamos.
Aquí te amamos, Señor porque amamos siendo cada uno de nosotros Tú. Nuestra alma te alaba porque todo fluye hacia Tu presencia.
Sólo queremos amarte. Ahora lo tenemos todo. Tú eres todo. Oh, Señor, nuestras almas te alaban.
¿ Qué otra petición tenemos sino quedarnos así, amándote, adorándote desde nuestro corazón silencioso ?
Nuestros corazones son toda una alabanza.
Meditar es adorarLo.
Meditar es estar en Su presencia con un solo fin: amrLa.
Meditar es amarLo, como me dijera alguna vez D. C.
Gira, cuando todo gira, nada gira.
El siempre estuvo aquí. No lo supimos encontrar. Y ahora, Señor, estamos en la luz que eres Tú y somos nosotros mismos.
Eres nuestra herencia. Somos tus hijos.
Sólo Tu amor nos rescata de la turbulencia.
Déjanos que te amemos. Tú eres el amor. Ahora lo aprehendemos.

Eres nuestra herencia. Eres el amor. La paz. La suprema paz sólo la encontramos en Ti. Somos mendigos, necesitamos de Tu amor.
Tengo que amar, Señor, amarte. Cuando medito, mi amor por Ti se ensancha.
Mi alma Te alaba, Señor. Te da gracias. Oh, cuánto tiempo estuve lejos de Ti, de mí.
Meditamos porque queremos estar en Ti. Ser en Ti. Te amamos.

II


¿Dónde puedo encontrar un hombre que haya olvidado las palabras? Ese es el hombre con quien querría hablar.

Chuang Tzu