sábado, 24 de marzo de 2007

5. El Nombre como alabanza.

Te alabamos cuando descubrimos que somos amor; en la emoción del crepúsculo o en la lluvia vertical que cae sobre las calles desiertas, en las noches desiertas.
Te alabamos en la anunciada paz.
Alábalo aún cuando te preguntes por qué y tampoco entiendas el para qué.
Sí, alábalo aún en medio de las traiciones, claudicaciones y vergüenzas.
Alábalo porque es tu meta, la única posible, la definitiva.
Sí, sí, alábalo con emociones y con palabras y dile: tengo palabras pero quiero que sepas que son para Ti, te pertenecen.
Dile: a veces me ahoga la impotencia de mi llanto incomprensible, otras soy la quietud que busca estar en Tu presencia. Te alabo.
Dile: soy una tensión entre la quietud y la incomprensión.
Siempre aquí tratando de comprenderme.
De ser real.
Luz real.
Locamente real.
Un sueño de amor.
Dile: quiero que sepas que Te estoy amando aún en el olvido, porque Tu Nombre es alabanza.
Dile: fluye hacia mi mente.
Desde Tu corazón a mi mente, hasta que sea purísima alabanza.