sábado, 24 de marzo de 2007

3. La Meditación como reencuentro.

Transcurres porque estás en el exilio. Te parcializas porque no encuentras el rumbo. Eres desde las cosas, no desde el Ser.
Quieres buscarte afuera.
Si te contemplas, eres la suma de infinitas ilusiones; de ilusiones infinitas.
Las imágenes me aterran.
Alimentamos a nuestras mentes con imágenes, máscaras.
El cielo a veces nos parece infinitamente azul, otras, un vacío inmenso. Tengo miedo.
¿Quién soy? ¿De donde vengo? ¿A qué meta debo arribar?
Desde afuera no podremos respondernos.
Desde el exilio todo es como un gran reflejo pervertido.
Necesitamos encontrarnos.
Ser.
El es.
Somos un grito exasperado. Exasperamos a los cielos. Nos contemplamos en miles de espejos. Somos un proceso mecánico de pensamientos sin destino. Los pensamientos contaminan más, mucho más que el smog que respiramos.
El camino hacia el corazón es el retorno hacia la realidad, a lo que eres, simplemente, sin designaciones.
Estamos habituados a este cuerpo, a esta mente.
Tenemos miedo de estar solos.
No queremos desnudarnos.
Nos cuesta aprehender.
Nos fascinan las posesiones, queremos tener más, mucho más.
Puede que sientas que te mutilas, algo de ti se pierde raudamente, irreversiblemente.
Tengo miedo, soy parte de una locura socialmente aceptada.
Somos fragmentos de unas partes en conflicto, enfermas de vanidad, de envidias y de locura.