sábado, 24 de marzo de 2007

1. - La Palabra como perplejidad.

II

Las palabras crean confusiones. Detrás de cada palabra siempre encontrarás un abismo.
La palabra se presenta ante nuestros ojos como el camino hacia la perplejidad.
Las palabras nos sitúan en un espacio de perplejidad.
Puede que a veces sientas que estás atrapado en ellas.
Necesitamos hablar, necesitamos de las palabras porque estamos vacíos y creemos que sin ellas naufragamos.
Las palabras nos dan la tranquilidad de una seguridad siempre pasajera. Si no haces uso adecuado de ellas, postergan indefinidamente el encuentro contigo mismo.
Las palabras no permiten que te veas en la total transparencia de los ojos del Señor. Porque no hay palabra que exprese la dulzura del vivir, de estar aquí..., contemplando Su sonrisa.
Las palabras son detalles transitorios, tienen valor si con ellas puedes nombrar aquello que necesitas para el viaje.
¿A dónde van las palabras cuando mueres?
¿A qué cielo son desterradas?
No lo sé.
Pero hoy ellas danzan en mi mente; hablar,
hablar para no entender ni entenderme. A veces descubro que la vida, el acto de vivir, finaliza con las palabras.
Las palabras me ubican en la perplejidad.
Comprender es sentir. Inaugurar. Darte cuenta.
Comprender es saber que tu energía debe canalizarse para Su gloria. Es decirle no al capricho de la mente. Es una afirmación de vida. Comprendes para vivir.
No hay silencio sin comprensión; no hay comprensión sin silencio.